miércoles, 26 de noviembre de 2025

Piel de batalla.

Su piel, como un campo de batalla surcado por grandes cicatrices, era calmada por sus hábiles dedos. Él era un bravo soldado al mando del mejor equipo de combate, pero los demás no tenían su formidable aspecto. Era una mezcla entre ángel, por sus luminosos ojos, y feroz guerrero, por su brutal cuerpo de licántropo. Solo a ella le estaba permitido aliviar sus heridas. 

Mientras sus dedos recorrían las cicatrices de su piel, ella podía sentir el peso de cada batalla que había librado. Cada marca contaba una historia, un recordatorio de los enemigos enfrentados y de los amigos perdidos. Era un guerrero formidable, pero también un hombre marcado por el dolor y la pérdida.

"¿Por qué sigues luchando?", le preguntó ella, su voz suave como un susurro en la brisa. "¿No hay un momento en el que desees dejarlo todo atrás?"

Él cerró los ojos, dejando que el tacto de sus manos lo transportara a un lugar seguro. "Cada vez que miro estas cicatrices, recuerdo por qué lucho", respondió con firmeza. "No solo por mí, sino por aquellos que no pueden luchar. Por los que ya no están."

Ella asintió, comprendiendo la carga que llevaba sobre sus hombros. Sabía que él se sentía responsable de cada vida perdida en el campo de batalla. Pero también sabía que su fortaleza era lo que los mantenía unidos, lo que les daba esperanza.

M. D. Álvarez 

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