jueves, 27 de noviembre de 2025

Derritiendo el crisol.

No sabían cuántos milenios habían pasado desde el último encuentro con su amada, y cada encuentro era más apasionado que el anterior. Eran como dos potencias que se atraían; se consumían de puro amor. Cuando sus apetitos y deseos eran saciados, ella concebía con la simiente de él mundos fabulosos y criaturas hermosas.

Con cada nacimiento de cosmos adyacentes, se debían separar. Él quedaba sumido en un sueño profundo mientras ella seguía dando a luz a estrellas de hermosos colores, planetas con diversidad de poblaciones y galaxias preñadas de cúmulos estelares de fuegos violetas.

Cuando ella dejaba de concebir, habrían transcurrido quizás eones, y tocaba un nuevo reencuentro. Su despertar era sinónimo de destrucción y creación.

Llegó el momento de un nuevo encuentro entre él y su encantadora diosa. Su unión arrebatadora y abrasadora los colmaba de un amor tan intenso que fundiría el más duro crisol.

Sería la última vez; no lo creo. Ninguno de los dos daba muestras de agotamiento.

M. D. Álvarez 

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