Con aquellas correas no lo podía mantener atado, pero debía impedir que saliera, y menos en aquella noche tan aulladora. Tenían al ciclón tropical Sansón, que traía rachas de hasta 200 km/h encima, y tenía que ser en aquella noche, justo la noche de luna llena, cuando su lobo toma el control.
Utilizó cinta americana extrafuerte para sujetarle las manos y los pies, aunque no serviría de nada si la mutación lo hacía especialmente fuerte. Así que, en última instancia, utilizaría un sedante para elefantes.
—Por mucho que insistas, no vas a salir a correr bajo el ciclón —dijo ella con tono severo.
Él la miraba con aquellos ojillos de cachorrito suplicante.
—No me mires así, no puedo dejarte salir; las rachas son devastadoras.
Comenzó a sentir a su bestia pugnar por salir, destrozando su cálida piel. Ella lo veía sufrir y desesperarse, tratando de desembarazarse de las correas y la cinta americana. Se había deshecho de la cinta y se debatía con las correas, así que ella optó por sedarlo. El lobo se apoderó del cuerpo de su amor, pero permaneció dormido hasta la mañana siguiente.
M. D. Álvarez
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