Desde hace seis años espero anhelante su visita. Siento su presencia antes de dormirme; siento cómo se sienta al borde de la cama y dulcemente acaricia mi pelo. Entreabro los ojos y una leve luminiscencia me confirma que ella está bien y en paz.
Siento que me cuida al lado de un dios que, viendo el gran corazón que latía en el pecho de mi madre, se la llevó. Su sempiterno amor nos privó de su luz para iluminar nuestro camino al más allá.
Hasta el año que viene, mi bienamada madre.
M. D. Álvarez
No hay comentarios:
Publicar un comentario