viernes, 1 de marzo de 2024

¿Mamá, o el dragón? (Nueva versión)

El dragón, majestuoso y antiguo, habitaba en lo más profundo del bosque. Sus escamas centelleaban bajo la luz del sol, y su aliento ardía como el fuego de mil soles. Era un ser solitario, un guardián de secretos y tesoros olvidados.

La madre, en cambio, era una mujer terrenal. Sus ojos reflejaban la preocupación y el cansancio de criar a una hija traviesa. No tenía escamas ni alas, pero su lengua afilada podía herir más que cualquier garra de dragón.

La vajilla rota yacía en pedazos en el suelo. El dragón no se inmutó; después de todo, ¿qué significaba una vajilla comparada con los siglos que había vivido? Pero la madre lloró. Cada fragmento era un recuerdo, un vínculo con su pasado.

La niña, con lágrimas en los ojos, se acercó al dragón. "¿Por qué destruí la vajilla, mamá?" preguntó. "¿Por qué soy tan impulsiva?"

La madre la abrazó. "Porque eres mi hija", dijo. "Y aunque a veces me haces enojar, también eres mi mayor tesoro."

El dragón observó la escena desde la sombra. ¿Qué entendía él de las relaciones humanas? Pero algo en su corazón antiguo se conmovió. Quizás, solo quizás, había algo más valioso que los tesoros y las vajillas rotas: el amor y la comprensión entre madre e hija.

Así que la niña decidió quedarse con su madre. El dragón asintió con la cabeza, como si aprobara su elección. Y mientras el sol se ponía sobre el bosque, la vajilla rota pareció brillar con una luz dorada, como si estuviera llena de historias y recuerdos.

En ese momento, la niña supo que había tomado la decisión correcta. Porque, al final del día, el amor era más fuerte que cualquier dragón o vergüenza. Y eso, pensó, era algo que valía la pena proteger.

M D Alvarez 

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