Habían apresado y atado al muro de la ciudadela que debían destruir. Allí lo sometieron a todo tipo de torturas, pero no se quebró. Su voluntad era férrea e inquebrantable. No conseguirían que desvelara la ubicación de su base, porque allí era donde se encontraba su amada. Y él le prometió volver.
Así que, mientras aflojaban sus correas, él planeaba cómo acabar con todos ellos. Para que al final pudieran vivir en su mundo de amor y luz. Debia destruir los muros que separaban la luz de las tinieblas.
M. D. Alvarez
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