La elección se cernía sobre él como una sombra: aguantar y permitir que su resistencia creciera, o rendirse a los fármacos.
Ambas opciones eran un abismo, y en el filo de esa decisión, su voluntad se tambaleaba como un barco en la tormenta. Solo quedaba una solución: o aguantaba y dejaba evolucionar su poder para soportar el dolor, o bien sucumbía a los fármacos para no sentir dolor. En el último minuto decidió que aguantaría.
Soportaría el dolor, dejaría que su poder creciera. Porque en esa elección, en ese abismo, se hallaba la esencia misma de su ser.
Resistiré', murmuró al viento, como un juramento en la oscuridad. Y en esa palabra, en ese compromiso, encontró la fuerza para seguir adelante.
M. D. Alvarez
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