Aquella tarde, papá regresó a la tumba, entristecido y pálido, sin intenciones de volver a levantarse.
¿Cuántas veces se podía confundir al forense? Pero esta vez ya no había margen de error. Llevaba una estaca en el corazón y ya no volvería a levantarse para alimentarse de la sangre de sus hijos.
¡Los mismos que ahora revoloteaban sobre su tumba!
M. D. Alvarez
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