viernes, 15 de marzo de 2024

Inif, hielo azul.

Inif, con su mirada gélida y un rastro de humanidad, era la última de su especie. Había luchado valientemente contra los asesinos de su familia, y su aspecto imponía respeto.

Su vida transcurrió en los fríos bosques de la sexta Era Glaciar, como miembro de una de las grandes tribus del norte. Pero su tribu fue diezmada por los del Oeste. Los supervivientes, incluida la familia de Inif, abandonaron sus queridos bosques para unirse a otras tribus. Sin embargo, una avanzadilla de la tribu atacante los persiguió. Cometieron un terrible error al no verificar que todos estuvieran muertos: Inif sobrevivió y juró vengarse de los asesinos de su familia.

Inif se convirtió en la portadora del secreto del hielo azul, entregado por su abuelo antes de partir de los sagrados bosques del norte. Su abuelo, Onahok, había sido el gran chamán de las antiguas tribus del norte. Tras abatir a la avanzadilla enemiga, Inif erigió un gran túmulo donde sepultó con todos los honores a su abuelo, su padre, su madre y su hermano pequeño. Sobre estacas, clavó las cabezas de los asesinos de su familia como advertencia: quien profanara el túmulo sufriría la misma suerte.

Decidida a vengarse, Inif partió en busca del jefe de la tribu del Oeste, que intentaba dominar los territorios del norte antes del invierno. Sin embargo, el tiempo apremiaba.

Su mejor aliado se acercaba: un viento glaciar del norte anunciaba que el invierno estaba a punto de llegar. Inif esperó a que las Órdenes de Cratok se arrebujaran para pasar el invierno. Cubiertos de pieles, parecían enormes focas fáciles de cazar. Su tribu la protegía desde pequeña, enseñándole a no temer al frío. Incluso podía sobrevivir con tan solo una piel de lobo, soportando temperaturas extremas que helaban los arroyos.

En contraste, la tribu de los Cariuk estaba acostumbrada a climas cálidos con altas temperaturas. Su piel morena y sus ropas ligeras les permitían soportar el calor abrasador de los desiertos del sur.

Inif se encontraba en una encrucijada. A pesar de su determinación, sabía que enfrentarse a la tropa de élite de Cratok sería una prueba extrema. La tormenta rugía a su alrededor, y la nieve se arremolinaba en espirales. Pero Inif no titubeó.

Los siete hombres de Cratok eran formidables. Disciplinados y letales, habían sobrevivido a innumerables batallas. Sin embargo, Inif tenía una ventaja: conocía el terreno como nadie. Se movía entre los copos de nieve como una sombra, sus pasos apenas audibles.

La lucha fue feroz. Espadas chocaron, y el hielo azul centelleó en la penumbra. Inif se enfrentó a cada enemigo con precisión mortal. Uno a uno, los hombres de Cratok cayeron.

Finalmente, solo quedaba Cratok. El jefe enemigo la miró con desprecio. "Eres solo una mujer", dijo con arrogancia. Pero Inif no se dejó intimidar. Sus ojos gélidos reflejaban la ira y la sed de venganza.

El duelo fue épico. Cratok era fuerte, pero Inif era más rápida y astuta. Esquivó sus ataques, encontrando las brechas en su defensa. Finalmente, con un movimiento certero, clavó su espada en el corazón de Cratok.

El jefe enemigo cayó de rodillas, la vida abandonándolo. Inif lo miró con frialdad. "Esto es por mi tribu", susurró. Cratok murió con los ojos abiertos, incapaz de comprender cómo una mujer solitaria había logrado vencerlo.
M D Alvarez 

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