No quería regresar, pero sabía que debía hacerlo. Aquellos que le habían causado daño debían pagar con creces. Se enfrentó a ellos con determinación, revelando su talento oculto: la escritura fluida que cobraba vida ante sus ojos. Las palabras danzaban en el aire, tomando forma y sustancia.
Los culpables quedaron sobrecogidos al ver lo que emergía frente a ellos. Sabían lo que les esperaba: serían engullidos por sus propias acciones, triturados por la justicia que ella personificaba. No quedaría ni un ápice de su maldad.
La venganza tenía un precio, y ella estaba dispuesta a pagarlo. Pero al final, ¿quién sería el verdadero vencedor? ¿La justicia o la oscuridad que habitaba en su corazón?
La tierra no se tragó a nadie esa noche, pero el destino sí se encargó de ajustar cuentas.
M D Alvarez
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