Me la entregaron cuando tenía cuatro años. Era deliciosamente delicada en apariencia, pero por dentro era de puro acero.
Bloqueó a mi mejor luchador con tan solo 10 años. A partir de ahí, no ha perdido ningún combate.
Se movía por el cuadrilátero con tal precisión y ligereza que no había recibido ningún golpe. Y así mantenía su cara de niña buena.
Ella era mi campeona, jamás vencida.
M. D. Alvarez.
No hay comentarios:
Publicar un comentario