Pero eran sus ojos verdes los que contenían la verdadera magia. En ellos, una chispa de fuego ardía, incitando a la multitud a danzar al unísono. Aquella noche, dedicó una canción especial a su pareja, quien formaba parte de su cuerpo de baile. Las notas fluyeron como un río de emociones, y cuando el último acorde resonó, ella se dirigió hacia él.
El beso apasionado que compartieron hizo estallar en gritos de alegría a todos los asistentes al concierto. El amor y la música se entrelazaron en un momento mágico que quedó grabado en la memoria de todos.
Así, la leyenda se propagó por los rincones del mundo, recordándonos que el poder del arte puede unir corazones y encender pasiones.
M D Alvarez
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