domingo, 3 de marzo de 2024

Eclipse total

El fatídico día había llegado. El mundo se sumía en una penumbra inquietante, como si el universo mismo contuviera la respiración. **El eclipse total** se cernía sobre nosotros, y con él, la promesa de un cambio irrevocable.

Las leyendas ancestrales hablaban de puertas selladas por ángeles, guardianes celestiales que protegían nuestro planeta de las fuerzas oscuras. Durante eones, estas puertas habían permanecido cerradas, impidiendo que las criaturas exiliadas encontraran su camino de regreso. Pero ahora, en el momento preciso, los sellos se romperían.

A las 12 del mediodía, cuando el sol se ocultara por completo, las puertas se abrirían. **Las hordas de criaturas desterradas** se precipitarían hacia nosotros, ansiosas por vengarse. ¿Qué pecados habíamos cometido para merecer tal castigo? ¿Qué secretos ocultos habían desencadenado la ira de los ángeles?

Habíamos olvidado, o tal vez ignorado, la historia antigua. En tiempos remotos, estas criaturas habían compartido nuestro mundo. Convivieron con nosotros, nos observaron desde las sombras. Pero algo cambió. Un desequilibrio, una traición. Los ángeles, celosos de su dominio, los expulsaron. Los desterraron al abismo, al averno.

**Ahora**, en el eclipse, pagaríamos el precio. Las criaturas se alzarían desde las profundidades, sus ojos ardientes de rencor. Nos acusarían con sus garras y susurros. Nos recordarían nuestra complicidad en su exilio. Y entonces, la venganza sería suya.

Las ciudades se sumirían en la oscuridad. Los ríos se volverían negros. Los bosques gemirían bajo el peso de su presencia. **La humanidad**, indefensa, enfrentaría su destino. ¿Podríamos resistir? ¿Podríamos luchar contra la marea de sombras?

En el último instante antes de que las puertas se abrieran, miré al cielo. El sol, eclipsado por la luna, parecía un ojo cósmico, observando nuestro juicio. ¿Habíamos aprendido algo? ¿Habíamos cambiado lo suficiente para merecer la redención?

El reloj marcó las 12. **Las puertas del averno** se abrieron. Las criaturas avanzaron, sus aullidos llenando el aire. No había escapatoria. Solo nos quedaba enfrentar nuestro pasado y esperar que, quizás, en la oscuridad, encontraríamos la luz.

Así, en el umbral de la eternidad, **el eclipse total** nos envolvió. El mundo tembló. Y yo, como tantos otros, me pregunté si alguna vez podríamos redimirnos.

Fin
M D Alvarez 

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