No era ninguna enfermedad, afección o dolencia; era un simple ente devorador de mundo que había sido atrapado en el núcleo de nuestro planeta.
Los últimos 30 días siguientes a tan extraordinario acontecimiento transcurrieron tranquilos, sin trifulcas ni altercados.
La gente, de por sí asustadiza, se concienció de que iban a morir de todos modos y se quedaron junto a sus seres queridos mientras aquel ente surcaba los aires absorbiendo toda la materia a su paso, hasta borrar nuestro bello mundo.
M. D. Álvarez
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