Desde su cubil, el lobo siberiano oteaba su territorio y olfateaba el aire en busca de presas para alimentar a su hembra y a sus cachorros.
El aire le trajo un leve olor a caribú y algo más que no pudo identificar por primera vez, un olor que le traía recuerdos atávicos. Dejó a su hembra con sus cachorros y fue a investigar.
Desde lo alto, vio lo que parecía ser un lobo gris, pero al estar en su territorio, no se detuvo y avanzó. Cuando llegó a su altura, gruñó enseñando los dientes, pero aquel lobo gris, que resultó ser muy grande, no se arredró.
Saltó sobre el cuello del animal y, para su sorpresa, este se irguió y le lanzó un zarpazo que lo hirió, aunque no de gravedad.
Escuchó una voz en su cabeza: "Atrás, hermano lobo. No pelees esa lucha, porque perderás la vida".
Aun así, se debía a su manada y no podía dejar pasar a aquel lobo que caminaba erguido. Lo atacó de nuevo, pero su herida había comenzado a quemarle..
"No luches contra tu naturaleza, eres de mi estirpe, ahora llevas la marca. Ve con tu manada, yo partiré a buscar otros territorios. Tu manada estará a salvo contigo. Ve". -Le ordenó
El lobo volvió junto a su hembra y cachorros. Ella lamió las heridas y supo que era diferente, pero permanecía junto a él. Era más fuerte y más grande que todos. Era su alfa y protegería a su manada.
M. D. Álvarez
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