La música de fondo era melancólica y evocadora de sus sentimientos más tristes y oscuros. Nadie la comprendía como él, y ya no estaba entre los vivos.
Rogó a los hados que se lo devolvieran, pero los hados no respondieron. Sin él, no era nada, solo una mera flor en un campo a la intemperie, sin nadie que la cobijase y protegiera.
Era pasto de las inclemencias, hasta que ya no pudo más y se arrancó el corazón, aquel que había entregado sin límites y sin esperar nada a cambio.
Su pérdida fue sentida en el mundo entero. Sin él, se acabó la alegría de vivir.
M. D. Alvarez
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