lunes, 30 de septiembre de 2024

El aloe vera.

En un lugar alejado de la mano de Dios, surgió un nuevo mundo no atado a los designios de ningún dios iracundo.

Apareció una preciosa Aloe vera con grandes hojas carnosas repletas de pinchos. Su color no era como el de las nuestras, todo lo contrario, era dorado.

Sus flores nacían del tronco que surgía del centro de la planta, de la vara de color rosáceo. Esta vara estaba coronada por un ramillete de finas florecillas de color azul cerúleo.

Además de parecerse solo en formas, tenía más diferencias con nuestros aloes.

Nuestros aloes se podían plantar en macetas, pero los de este planeta crecían salvajes y, si necesitaban alimento y no tenían suficiente con los nutrientes del suelo donde estaban, sacaban sus raíces del sustrato y se trasladaban a lugares mucho más fértiles.

M. D. Álvarez.

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