Le costó sangre, sudor y lágrimas salir de aquel erial. Se juró vengarse de aquellos que lo habían dado por muerto y arrojado al desierto para ser pasto de las alimañas.
Ahora que los tiene delante, les haría pagar. Había llegado la hora de su venganza.
Los cuatro no sabían lo que les esperaba; su determinación era inquebrantable y con un puño americano los redujo a meros títeres. Se había vengado por fin.
M. D. Alvarez
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