Era la única que llevaba un guardaespaldas muy particular. Era como un armario ropero, pero con cara de ángel y un gran corazón.
La agencia me lo había enviado con todas las credenciales necesarias, su cara de ángel no intimidaba demasiado, no así su mirada que transmitía una fiereza inusitada que obligaba a apartarse de su camino por miedo a las represalias.
¡Es el mejor guardaespaldas que he tenido!
M. D. Alvarez
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