"¿Que las tienes más grandes que las mías? ¡Habráse visto cuánta fanfarronería!", respondió el licántropo.
"Puede, pero ni te has percatado de que tengo una granada y sin anilla", dijo, soltando la granada. Estalló, matándolos a ambos.
Desde el fondo de la cámara se oyó un alarido de dolor; trataban de detenerla sin conseguirlo.
Cuando llegó a su lado, solo quedaban dos cuerpos destrozados.
""No podemos dejarlo ahí", dijo, recogiendo los restos mortales de su pareja. Su equipo la alcanzó y sus rostros expresaron el horror que estaban presenciando. La ayudaron a cargar los restos de él y regresaron a la base de operaciones. Ella estaba en shock; la llevaban con cuidado y depositaron los restos de él en una funda para cadáveres.
Los funerales fueron terriblemente dolorosos, pero a la altura de un gran héroe. Las salvas resonaron atronadoras en el corazón de ella. Su vida, después de aquella gran pérdida, se dedicó por entero a desmantelar la fábrica de híbridos de la que salió el licántropo que asesinó a su pareja.
M. D. Álvarez
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