—Como digáis una palabra, os cuelgo —decía ella, llamándolo con voz melodiosa—. No te enfríes tanto, mi rey.
Y él acudía sumiso a sus ardientes brazos.¡:
El frío exterior era implacable, pero dentro del iglú, la atmósfera era completamente diferente. Ella lo abrazaba con fuerza, y el calor de su cuerpo lo envolvía como una manta. Él se dejó llevar por ese momento, olvidando por un instante las risas burlonas de los del otro iglú.
—¿Sabes? —dijo ella, con una sonrisa traviesa en sus labios—. Me encanta tenerte así, completamente a mi merced.
Él soltó una risa nerviosa, sintiéndose vulnerable pero a la vez emocionado. —¿Y si decido rebelarme? —preguntó en un tono juguetón.
Ella lo miró con desafío, sus ojos brillando con picardía. —Te advierto que eso podría ser muy peligroso para ti. Pero si insistes… —se inclinó hacia él, susurros de aliento caliente sobre su piel—, podría hacer que te arrepientas.
La tensión entre ellos creció, un juego de seducción que los mantenía atrapados en su propio mundo. Él sabía que no podía resistirse a sus encantos; cada palabra que salía de sus labios era como un hechizo que lo atraía más y más hacia ella.
Mientras tanto, las risas del grupo en el iglú vecino resonaban en el aire helado. Uno de ellos gritó: —¡Vamos, deja que se enfríe un poco! ¡No queremos que se convierta en un malvavisco!.
Ella se rió y le dio un ligero empujón. —Mira lo que has provocado. Ahora tengo que defenderte.
Él sonrió, disfrutando del juego. —Quizás debería quedarme aquí todo el tiempo y dejar que me defiendas.
—No sería tan fácil —respondió ella con una mirada desafiante—. Si te quedas aquí demasiado tiempo, podrías perderte en el calor y olvidar quién eres realmente.
Él frunció el ceño, sintiendo la verdad en sus palabras. ¿Qué pasaría si se dejaba llevar completamente por esa pasión? La idea era tentadora pero también aterradora.
Decidido a mantener su identidad intacta, se apartó ligeramente, buscando el equilibrio entre el calor de su cuerpo y la realidad fría del exterior. —Necesito un respiro, pero prometo volver pronto.
Ella lo observó salir del iglú, la sonrisa aún dibujada en su rostro mientras él se enfrentaba al aire helado. El contraste era brutal: el frío le mordía la piel mientras su mente seguía atrapada en los recuerdos ardientes de esa noche.
Mientras él respiraba profundamente y dejaba que el frío le despejara la mente, no podía evitar pensar en ella y lo que significaba para él. Tal vez había algo más allá de esa atracción desenfrenada; tal vez había un futuro donde pudieran compartir más que solo momentos efímeros bajo las estrellas.
Regresó al iglú con determinación renovada y encontró a ella esperándolo con los brazos cruzados y una sonrisa burlona.
—¿Te has enfriado lo suficiente? —preguntó mientras él se acercaba nuevamente.
—Lo suficiente para saber que no puedo alejarme de ti —respondió él con sinceridad.
Ella sonrió ampliamente antes de abrir los brazos para recibirlo otra vez. En ese instante, entendieron que su conexión iba más allá del deseo; estaban construyendo algo único en medio del frío polar y las risas ajenas.
La noche prometía ser larga y llena de sorpresas mientras ambos se sumergían nuevamente en su pequeño refugio cálido, dispuestos a explorar no solo su pasión sino también los misterios que cada uno guardaba en su corazón.
M. D. Álvarez
No hay comentarios:
Publicar un comentario