domingo, 12 de octubre de 2025

Leyenda negra.

—Y dale con la leyenda negra. No hagáis ni caso, no pasó nada de lo que os contaron. Rugió Ares. —Todo fueron infundios vertidos por los enemigos del imperio. No torturé ni agredí a ninguno de los prisioneros, y si estáis juzgando por eso, no tenéis ni idea.

La sala permaneció en un silencio sepulcral; Ares había tocado un tema escabroso por el que los jueces trataban de eludir, no deseaban confrontar opiniones.

Ares sintió todo el peso del imperio sobre él; no deseaba que lo difamaran ni que utilizaran las aberrantes mentiras que vertieron contra su país.

—No fuimos ángeles, pero tampoco demonios; solo tratamos de ser justos con los pueblos que descubríamos. Tratamos de comprender sus culturas, logrando algunas veces; otras, fuimos recibidos con sangre y fuego. Aún así, tratamos de minimizar los daños. Y, tras su discurso, no fue el silencio lo que llenó la sala, sino el estruendoso ruido de una historia que se negaba a ser ocultada bajo viles mentiras.

M. D. Álvarez

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