La semilla, pequeña y aparentemente insignificante, guarda en su interior un potencial inmenso. ¿Qué crecerá a partir de ella? ¿Un árbol majestuoso, con raíces profundas y hojas que danzan al viento? ¿O tal vez una flor delicada, efímera pero llena de belleza?
Y el recuerdo, como un suspiro atrapado en el tiempo, persistirá. Acompañará a su portador en los días soleados y las noches estrelladas. Será un faro en la oscuridad, un consuelo en la tristeza, y una sonrisa en los momentos de soledad.
Así es como el encuentro fugaz se convierte en algo eterno. No importa si fue un instante o una vida entera; lo que cuenta es el impacto que dejó. Y en ese rincón secreto del corazón, la semilla germina y el recuerdo florece, entrelazando sus destinos de manera mágica y única.
M. D. Alvarez
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