Se verían las caras a la salida del bar. Habían molestado a su pareja. Les esperaba una buena sorpresa y la paliza más impresionante.
Nadie se metía con su novia y mucho menos aquellos catetos. Sorpresa porque no lo consideraban una amenaza.
Creían que era muy joven, pero era lo suficientemente adulto para defender a su novia.
La paliza fue de órdago y eso que ellos eran siete y él solo uno, pero bien adiestrado y muy motivado. Defendía a su novia y ella se lo agradecería más tarde, cuando se retiraran a la cama.
El amor entre ellos se manifestaba de mil formas distintas. A pesar de tener la misma edad, 20 años, él siempre la protegería a capa y espada. Desde la guardería, había sido su defensor incansable.
M. D. Alvarez
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