Todo el mundo sabía que era una mujer bala. Todo el mundo, salvo ella, que no sabía por qué llevaba aquel extraño pijama rojo y el no menos extraño casco de color amarillo.
Pero lo que más le extrañaba era la escueta capa de color amarillo chillón, que la llevó a pensar que era una heroína que podía volar. Por eso se extrañó de que la miraran con estupor cuando se encaramó en lo alto del campanario y se arrojó al vacío.
M. D. Alvarez
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