Si había tenido un turno duro, se reflejaba en su forma de andar: encogido y cabizbajo.
Pero si su turno había sido especialmente bueno, su manera de andar y comportarse era feliz y dicharachero.
Aquella noche, las niñas tendrían a su padre contándoles cuentos fabulosos. Pero cuando no estaba de humor, los cuentos eran terribles, oscuros y tristes.
M. D. Alvarez
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