No habría clemencia para aquellos que habían mancillado su lugar de culto. No habría perdón para los pecadores que habían ultrajado a su sacerdotisa favorita.
Su ira se desencadenaría contra todos ellos y lo haría en persona. Su sacerdotisa no tenía culpa de nada, solo de ser su favorita y de yacer con él cuando lo deseara.
Comenzó eliminando a los cabecillas del grupo que los alentaban y jaleaban. Después borró de la faz de la tierra a todos aquellos que habían vejado a su amada.
M. D. Alvarez
Nota: Este relato es pura ficción y no tiene ninguna conexión con personas reales.
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