Estaba vivo, pero su furia aún no estaba contenida, por eso lo sedaron y lo llevaron al hospital, donde lo mantuvieron sedado un tiempo prudencial.
Cuando se despertó y los vio a todos a su alrededor, supo que algo terrible había pasado. Contaba con ellos y ellos con él.
Pasaron unos cuantos días hasta que retazos de recuerdos fueron apareciendo, como visiones espantosas de él luchando encarnizadamente por sobrevivir.
Su propia furia le otorgaba la fuerza suficiente para luchar por su vida y la de sus amigos.
M. D. Álvarez
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