Todavía seguía vivo, aunque sumamente dolorido. No se podía mover y era ávidamente observado por los mirones. De pronto, distinguió entre los rostros ajenos el suyo, que se abría paso hacia él, seguido de los bomberos que hicieron que los curiosos se alejaran. Ella se aproximó y lo cubrió con mantas térmicas.
Se agachó y le susurró al oído: "Te quiero y no te vas a librar tan fácil de mí".
Él esbozó una tenue sonrisa a pesar de que le dolía todo.
Apareció una ambulancia que lo trasladó al hospital, donde se recuperó gracias a los cuidados de ella.
M. D. Álvarez
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