Según salía de su casa, se dio cuenta de que no era un día cualquiera: le tocaba turno de guardia. Tendría mucho trabajo con los delincuentes a los que perseguía, detenía y ponía las esposas.
Pero aquella joven no parecía ser ninguna delincuente, hasta que la cacheó y descubrió un revólver.
- ¿Tiene licencia para este arma? - quiso saber él.
- Sí, señor agente - dijo ella, visiblemente azorada. Aquel agente la había descubierto tras atracar el banco.
- Y lo de la bolsa, ¿no serán sus ahorros, verdad? - dijo él con sorna.
Ella era la famosa delincuente ladrona de bancos, pero se había topado con un agente cabal y diestro. No le puso las esposas, pero sí se la llevó detenida.
M. D. Alvarez.
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