Su sonrisa se volvió torcida y oscura, con tintes de melancolía.
Había visto caer su baluarte y su bastión; todo lo que amaba ahora estaba en manos de un ser deplorable que, con mirada huraña y cruel, le preguntaba: "¿Y ahora qué? ¿Te unirás a mí?".
Tras pensarlo unos instantes, respondió: "Jamás".
Ahí comenzó la batalla más cruel, donde no quedaría nadie que recordara su fresca, brillante y antiestamínica sonrisa.
M. D. Alvarez
No hay comentarios:
Publicar un comentario