Aquellos caballos mustang eran muy rápidos, pero él no les iba a la zaga con su precioso caballo Tennessee, llamado Dresler.
Los persiguió por las cañadas y gargantas, separando una preciosa yegua utilizando el lazo para atraparla.
Una vez atrapada, frenó a Dresler sin soltar el lazo, se bajó de él y se dirigió hacia la yegua mustang.
Se subió para domarla y, una vez que dejó de encabritarse, le siguió dócilmente. Lo había logrado, había atrapado el regalo más bello para ella: un precioso mustang de color pinto.
Ella estaría muy contenta con su regalo y lo acompañaría en sus largos paseos por las grandes llanuras.
M. D. Alvarez
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