Se coló en su círculo de amigos cuando él se encontraba en una misión sobre un terreno hostil.
Cuando volvió y vio a su contrincante tontear con ella, se sintió desplazado y ofuscado. La veía sonreír como nunca había sonreído. Se mantuvo a distancia; no quería generar malos rollos con ella. Si lo había elegido a él, puede que no fuera ella su destino.
Ella lo vio salir y dejó con un palmo de narices a su contrario, que pensaba que la tenía en el bote y, por consiguiente, el corazón de su rival.
—¿Dónde vas? Te he estado esperando —dijo ella, viendo su frustración en la mirada.
—No quiero malos rollos. Si lo prefieres a él, me retiraré —dijo él, apesadumbrado.
—¿Crees que ese mindundi me gusta? No te llega ni a la suela del zapato —dijo ella, viendo que los celos habían funcionado. Se acercó sinuosamente y le dijo al oído: "Tú eres mi elección. Adoro cuando te exhibes delante mío."
Aquello hizo que sus expectativas subieran como la espuma y volvió con ella. Su enemigo no tuvo tiempo de huir; fue cogido cuando estaba a punto de escapar. Él logró lucirse una vez más ante ella, que lo veía con ferviente deseo. Cuando terminó de vapulear a su némesis, le susurró al oído: "No tienes ni idea de con quién te estás metiendo. Te voy a dejar huir y espero que no vuelvas a cruzarte en su camino."
M. D. Álvarez
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