Era una vez un pequeño dragoncito de escamas de un color azul apagado al que todos llamaban "el retaco" por su corta estatura. Él se sentía triste y acomplejado; los demás dragones a su edad lucían gran estatura y escamas de vivos colores. Lo que nadie sabía era que su genealogía venía de los albores del tiempo, de los orígenes de los dragones, cuando su crecimiento era lento, lo que los llevaba a ser más longevos y más sabios.
Shilor nació cuando los dragones prásinos reinaban con sus vivos colores de un verde intenso. Los padres de Shilor cuidaron de su chiquitín, protegiéndolo de los demás advenedizos que veían en su azul apagado un signo de mediocridad. Un buen día, mientras sus padres cazaban para alimentar a Shilor, él se aventuró fuera de la guarida. Sus preciosos ojitos azules se maravillaron del intenso azul del cielo.
Sus pequeñas alas todavía no se habían desarrollado del todo;. Por mucho que lo intentó, no pudo levantar el vuelo. Finalmente, volvió triste y lloroso a la cueva, donde sus padres lo esperaban preocupados. Su querida madre lo miró y comprendió su tristeza; lo llevó a la entrada de la cueva y lo fijó.
—Mi pequeño Shilor, un día tú reinarás en los cielos como lo hicieron nuestros ancestros al principio de los tiempos. Tu color florecerá en el momento indicado, ni antes ni después; su fulgor surgirá cuando los hados dispongan. ¿Ves ese conjunto de luminarias? Sabes cómo se conocen.
El jovencito Shilor miró curioso al grupo de luces que parpadeaban, se dio cuenta de que parecía un dragón majestuoso y respondió:
—¿Dragón? —respondió dubitativo el chiquitín.
—Sí, mi amor. Él fue el primero de todos. Su color, de un azul tan intenso, al principio era un tono apagado, pero cuando tuvo que luchar, su fuego hizo que su azul fuera el más espectacular de todos. Sus hazañas fueron leyendas y los hados lo hicieron ascender al firmamento, donde nos cuida. Así que no tengas prisa en crecer; tu momento llegará, mi tesoro —dijo ella, envolviendo a su pequeño entre sus poderosas alas.
M. D. Álvarez
Relato dedicado a mi hermano Ángel, de cuyas manos surgen ilustraciones maravillosas que me inspiran historias de todo tipo.
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