martes, 28 de octubre de 2025

Cortejo fúnebre por un héroe.

Por aquellos carriles había transcurrido el convoy más importante, en el que transportaban el féretro de uno de los mayores héroes: un vagón descubierto donde el féretro abierto dejaba ver su dulce rostro. Todavía no se lo creían; parecía estar sumido en un profundo sueño. El ataúd era de la madera más noble y ricamente decorada con ilustraciones de las hazañas más maravillosas del difunto. Iba vestido con el uniforme de gala, luciendo en su pecho gran cantidad de condecoraciones. 

A los lados del féretro estaban su grupito de amigos, que, con el rostro descompuesto por el dolor, le rendían homenaje, y a la cabecera estaba situada ella, que, con el rostro triste, observaba a su compañero caído. El convoy era arrastrado por la Big Boy, la emblemática locomotora.

Los túneles por los que transcurrieron fueron bellamente decorados por los ciudadanos. El cementerio donde debían reposar los restos mortales era el famoso cementerio de Arlington, que se había engalanado para esta ocasión.. 

El cortejo funerario llegó a Washington Union Station, donde el féretro fue trasladado a un carruaje descubierto tirado por seis hermosos caballos lipizzanos de un blanco inmaculado. El cortejo transcurrió en el más absoluto silencio, bajo un hermoso día. El sol quiso rendirle también los honores, posando sus áureos rayos sobre su rostro.

A medida que el cortejo avanzaba, la mente de ella se llenaba de recuerdos. Recordó la primera vez que se conocieron, en aquel pequeño pueblo donde él había llegado como un joven audaz, lleno de sueños y determinación. Había algo en su risa contagiosa que iluminaba cualquier habitación, y su valentía inspiraba a todos a su alrededor. Cada misión que emprendieron juntos había sido un capítulo de aventuras inolvidables, desde el rescate de prisioneros hasta la lucha por la justicia en tiempos oscuros.

Los murmullos de la multitud a su alrededor se desvanecieron mientras su corazón se apretaba. Ella se preguntaba cómo sería el mundo sin él, cómo enfrentarían los días venideros sin su luz. La tristeza se mezclaba con el orgullo; él había dado todo por su país, y aunque su vida había sido corta, había dejado una huella imborrable.

Al llegar al cementerio de Arlington, el silencio reverente se hizo aún más profundo. Los soldados formaron filas a ambos lados del camino mientras el carruaje se detenía frente a una tumba recién excavada, adornada con flores frescas y banderas ondeando suavemente al viento. Ella se acercó al féretro por última vez, acariciando la madera pulida con dedos temblorosos.

"Prometo que siempre recordaré tus historias," susurró, sintiendo las lágrimas deslizarse por sus mejillas. "Tu valentía y tu risa vivirán en mí."

Los honores finales comenzaron: los disparos de salva resonaron en el aire y el sonido reverberó en su corazón. En ese instante, comprendió que aunque él ya no estuviera físicamente presente, su legado seguiría vivo en cada acto de bondad y valentía que ella llevaría consigo.

Con un último vistazo al ataúd, dio un paso atrás y se unió a sus amigos en un abrazo colectivo. Juntos, compartieron el dolor y la esperanza de que su héroe nunca sería olvidado.

M. D. Álvarez 

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