miércoles, 29 de octubre de 2025

El lobezno austral.

Un verdadero cachorro de lobo austral atado con una gruesa cadena no tenía perdón, y él lo sabía. Tenía el deber moral de cuidar de sus hermanos, así que, para la noche de madrugada, se vistió de camuflaje, cubrió su rostro con betún y se coló en las instalaciones. Sabía perfectamente dónde se encontraba aquel precioso cachorro y conocía la ubicación de las cámaras; sus puntos ciegos no le costaron mucho llegar hasta la sala. Una vez delante del cachorrito, lo soltó, y el pequeñín, asustado pero dándose cuenta de la nobleza de su libertador, saltó a sus brazos. 

—Tranquilo, pequeño, te voy a llevar con tu familia —dijo él, colocándolo en una mochila porta mascotas, y salió tal y como entró, sin disparar las alarmas. Una vez fuera, se dirigió en su Harley Davidson Cosmic Starship al valle recién descubierto, donde su anhelada familia lo esperaba. Se detuvo y escuchó en la lejanía los aullidos, y, cogiendo al tierno cachorrito, lo instó a que respondiera al aullido. Fue lo que hizo, y el pequeño lobito aulló con todas sus fuerzas. Al cabo de veinte minutos, un grupo de lobos lo observaba con cautela. Al ver a su joven lobezno en brazos de un humano, se asustaron, pero el pequeño los calmó. El humano lo había rescatado y le estaba quitando el collar. 

—Ya está. Eres libre, pequeño, y no vuelvas a acercarte a los pueblos —dijo el joven, dejando al lobezno en el suelo. 

El pequeño salió corriendo en dirección a su madre, que observaba con cautela, pero finalmente se acercó con cuidado al joven, que extendió su mano para que ella olfateara y supiera que no era un enemigo, que podían contar con él para cualquier tipo de adversidades.

En cuanto regresó a su casa, su compañera le esperaba.

—Sé lo que has hecho y te quiero por ello. Debes tener cuidado; sabes que esos lugares de detención son peligrosos, no solo para los animales, sino también para ti, mi amoroso y dulce amor —dijo ella con voz melosa mientras acariciaba su dulce melena.

—Tranquila, tomó todo tipo de precauciones para que no me pillen —refirió él, besándola con delicadeza.

M. D. Álvarez 

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