miércoles, 22 de octubre de 2025

El gran olmo y el tejo.

Aquel planeta era un auténtico vergel; crecían tanto árboles de hoja caduca como perennes, de semillas y de generación espontánea. Todas las especies de árboles que podíais imaginar crecían en aquel hermoso y tornasolado planeta. 

Su guardián era un gran y milenario olmo caminante. Y si en aquel planeta los árboles caminaban, cada anochecer se movían al son de las estrellas y danzaban bajo ellas como dulces fuegos fatuos..

El gran olmo los apacentaba como a un rebaño; los pastoreaba con delicadeza y ánimo. A los más tiernos brotes los mimaba con verdadera devoción; conocía su vida aún antes de ser germinados. 

Hubo un tierno brote al que se le quebró una ramita. El gran olmo lo acogió como a su más tierno y futuro sucesor. La rama quebrada le dio un porte salvaje que lo hacía deseable a las jóvenes hayas.

El tan solo se sentía incompleto y débil hasta que el gran olmo lo acogió bajo sus robustas ramas y le comenzó a instruir en los deberes de un guardián. El joven tejo sintió que su determinación sería puesta a prueba y se aplicó en aprender las enseñanzas del gran olmo..

Una noche aciaga, una devastadora tormenta lanzó un rayo furibundo sobre el enorme olmo y lo hirió de muerte. El olmo, sabiendo su cruel destino, llamó a su joven y robusto tejo y le ordenó que apaciguara a su rebaño y jamás lo abandonara.

El joven tejo lloró amargamente la pérdida de su guardián y se juró cuidar de su rebaño tal y como el gran olmo había hecho durante milenios.

M. D. Álvarez 

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