Cada vez que oía aquella canción, lo recordaba con melancólica nostalgia. Cuando él era un gran partido, no solo por su rango, sino por el escalafón que ocupaba en la jerarquía de los licántropos. Era un apuesto príncipe de la estirpe de los nublares. Lo conoció en una de aquellas ostentosas fiestas de alto copete a las que a él no le gustaba asistir, hasta que la vio allí, en el centro, rodeada de sus primos. Justo en aquel momento, comenzó a sonar "Only You" en la sugerente voz de Elvis Presley. Se acercó espantado a todos sus primos; debido a su rango, se le debía pleitesía. Ella lo vio aproximarse con aquella canción de fondo y supo que él sería el único al que amaría con todas sus fuerzas.
Por eso, cuando desapareció, ella lo buscó a pesar de las reticencias de su familia, que no veía con buenos ojos la relación de su hijo con una humana. Al parecer, él era el favorito para suceder a su padre, cosa que no le hacía mucha gracia a él; por ello, lo consideraban una oveja negra..
El último día que lo vio, él le entregó su bien más preciado: una brújula antigua que le dejó su madre antes de morir. Le dijo que, si algún día se perdía, utilizara la brújula, que siempre apuntaba a su corazón.
La brújula, a diferencia de las normales, apuntaba siempre en una dirección que no era el norte. Por eso, al ver el poco interés de su familia en buscarlo, decidió que iría ella a buscar al amor de su vida. La brújula la llevó a la gran cordillera de la cual eran originarios los Nublar.
Lo llamó a voz en grito y los ecos de su nombre que eran devueltos sin respuesta no cesaron en su empeño. Siguió llamándolo y, en una de aquellas, un eco distinto le respondió, pero era un aullido salvaje que, en cada eco, se iba acercando. Hasta que, sobre una cima no muy lejana, vio su silueta, pero algo había cambiado en él; su aspecto era brutal. Tuvo miedo, pero no huyó; es más, agachó la cabeza y esperó. Al cabo de diez minutos, sintió que se acercaba y, cuando lo tuvo a menos de dos centímetros de su cabeza, lo oyó olfatear y, con su poderosa garra, delicadamente le alzó la cabeza. Sus rasgos, antes nobles, se habían transformado de forma salvaje; su otrora hermoso rostro estaba surcado de aterradoras cicatrices. Sus ojos, en cambio, seguían teniendo aquel brillo de determinación. Ella alzó su mano hacia el rostro de él; el leve contacto lo apaciguó.
De aquí son originarios los Nublar, de estas agrestes cumbres y oscuros bosques. Aquí nací yo. No quiero perderte por presiones familiares; no deseo reinar, y menos si no te tengo a mi lado. Su padre, un anciano lobo gris, lo llamó a su presencia y le preguntó:
—"Tú has sido siempre el favorito de todos, ¿por qué ahora te niegas a sucederme?"
"Padre, no me siento digno de sucederte en el trono Nublar por una sencilla razón: amo a una humana y, según la tradición, debes expulsarme y desterrarme", dijo él con amargura.
Su padre, al ver el dolor de su hijo, lo abrazó y le dijo al oído: "Si tú reinaras, podrías cambiar las vetustas tradiciones que rigen desde que tan solo éramos bestias."
Él, visiblemente contrariado, abrazó a su padre y aceptó su destino. Cuando subiera al trono, derogaría leyes arcaicas y promulgaría nuevas tradiciones.
M. D. Álvarez
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