Había descubierto el escondite del elixir de la eterna juventud. La hallé en
una gruta perdida del Himalaya, custodiada por diez criaturas de un aspecto
increíblemente fiero, me estoy refiriendo a celebérrimo Yetis. Pero que
resultaron ser de lo más mansos, al menos hasta que intente coger el elixir,
después de lo cual se volvieron irascibles. Porque tras coger el elixir la
gruta se cerro dejándonos encerrados y con un dilema.
¡Me lo tomo o no!
Si quería subsistir, debería; pero subsistir ¿para qué? si estaba encerrado con aquellas criaturas, que de dóciles angelitos, se habían transformado en diabólicos seres que me miraban con cara de hambre.
¡Me lo tomo o no!
Si quería subsistir, debería; pero subsistir ¿para qué? si estaba encerrado con aquellas criaturas, que de dóciles angelitos, se habían transformado en diabólicos seres que me miraban con cara de hambre.
© M. D. Álvarez
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