La
escultura estaba hecha de madera de boj, pero era un boj muy especial. Había
sido plantado hacia 1.000 años y era un árbol sagrado.
El
leñador nada sabía de su edad ni que era considerado sagrado por la tribu que
habitaba en sus alrededores, los bomanis.
Del
leñador podemos despedirnos, pues halló la muerte de forma poco habitual.
Digamos, ensartado por diez lanzas. Así que sigamos con el árbol. De su madera
sólo se pudo tallar una figura y el artista terminó de igual forma que el
leñador. El dueño de la tienda que compró la talla, falleció de la misma
manera.
Y
yo que la he comprado, acabo de ver al chaman de la tribu, maldiciendo a todo
aquel que osara tocar la madera del boj sagrado.
© M. D. Álvarez
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