martes, 18 de noviembre de 2025

Instinto primario.

Deseaba devorar todo cuanto se cruzara en su camino; sus ansias de sangre parecían inextinguibles. Tenía que saciar su sed de sangre. Si deseaba volver con ella, debía calmar sus ansias de sangre. Detectó un gran oso grizzly y se lanzó en su persecución. Lo alcanzó y no se arredró ante los tres metros de envergadura de aquel aterrador oso. Es más, se lanzó con una aterradora furia que sorprendió al monstruoso oso, pero en vez de retroceder, se lanzó en pos de un adversario pequeño pero fiero.

La pelea fue salvaje y cruel. El oso desgarró su piel de un gran zarpazo y trató de morderle en el cuello, pero a pesar de su corta estatura, logró ganarle la espalda. Al dantesco oso le dio tal dentellada en la yugular, seccionándosela, y siguió lanzándose dentelladas hasta que su sed se fue apaciguando. Con cada dentellada iba saciando su sed; su cuerpo, bañado en sangre, se sentía pletórico, lleno de vida, vigoroso y satisfecho. Debía volver a su lado antes de que lo echara de menos.

Continuará...

M. D. Álvarez 

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