Los de la ambulancia llevaban cubierto por una sábana empapada en sangre su cuerpo fibroso y musculado. Había sido cosido a puñaladas, por mucho que ella intentó impedir la pérdida de sangre mientras llamaba a una ambulancia.
Cuando llegaron, estaba tirado en medio de un gran charco de sangre. Los enfermeros más diestros cortaron las múltiples hemorragias y lo trasladaron al hospital, donde ingresó con un paro cardíaco que lograron revertir. Una vez en la habitación, su estado no mejoraba; aun así, ella no se separó de la cabecera de la cama.
Él había sufrido aquel ataque por culpa de ella; al irse sin escolta, lo obligó a seguirla sin las medidas necesarias de protección. No se había podido equipar debidamente con su aura impenetrable; por eso, sus heridas fueron tan graves. Si ella no hubiera salido, nada de aquello habría pasado.
Tardó cuatro días en despertar, dolorido pero feliz de ver que ella estaba a su lado.
M. D. Álvarez
No hay comentarios:
Publicar un comentario