sábado, 15 de noviembre de 2025

Entre la luz y la oscuridad.

—Quiero que te quedes en la cama, sino se te van a saltar los puntos, dijo ella, besándolo con suavidad. Sabía que era casi imposible mantenerlo en la cama, así que lo incentivó con dulces caricias hasta que él se quedó dormido.

En plena noche, se despertó sobrecogido; había descubierto por qué ella quería mantenerlo en la cama. Ella seguía acariciando su cuerpo con sumo cuidado y mimo, deseaba doblegar su espíritu indomable e iba por buen camino. Sentía la necesidad de cuidar de ella, ser su partenaire.

La suavidad de sus dedos lo colmaba de satisfacción. Sin embargo, sus heridas eran reales y sus cuidados necesarios, así que se dejó doblegar por ella, la única que lo había cuidado.

Mientras el suave murmullo de la noche envolvía la habitación, él se sumergió en un sueño profundo, donde las sombras de sus heridas se desvanecían momentáneamente. En su mente, imágenes de un pasado tumultuoso comenzaron a entrelazarse con la realidad que lo rodeaba. Recordó momentos en los que había luchado solo, enfrentándose a demonios internos y externos, siempre con el corazón encadenado por el miedo.

Pero ahora, en ese cálido refugio, sentía algo diferente. Era como si cada caricia de ella deshiciera lentamente las cadenas que lo mantenían prisionero de su propio dolor. La suavidad de sus dedos era un bálsamo para su alma herida, y por primera vez en mucho tiempo, se permitió soñar con la posibilidad de ser amado y cuidado.

Ella continuó acariciando su cuerpo con ternura, cada movimiento era un canto a la sanación. Se acercó más a él, su aliento cálido acariciando su piel y llenándolo de una sensación de paz. En ese instante, él comprendió que no estaba solo en su lucha; ella estaba a su lado, dispuesta a caminar junto a él en este camino hacia la recuperación.

Despertó de nuevo, esta vez con una claridad renovada. Miró hacia ella y vio no solo a la mujer que lo cuidaba, sino también a una compañera valiente que había decidido estar a su lado en los momentos más oscuros. Su corazón latía con fuerza al darse cuenta de que había encontrado algo de un valor incalculable: un refugio en su amor.

—¿Por qué me cuidas tanto? —preguntó entre susurros, la voz aún rasposa del sueño.

Ella sonrió suavemente, sus ojos brillando con una luz cálida. —Porque veo en ti un guerrero que merece ser amado. Todos llevamos cicatrices, pero eso no significa que debamos enfrentarlas solos.

Sus palabras resonaron en él como un eco de esperanza. Comprendió que permitirse ser vulnerable no era una debilidad; era un acto de valentía. Se inclinó hacia ella y tomó su mano entre las suyas, sintiendo cómo su conexión se fortalecía.

—No sé cómo agradecerte —dijo con sinceridad—. Has hecho más por mí de lo que puedo expresar.

—No necesitas agradecerme —respondió ella, apretando suavemente su mano—. Solo prométeme que lucharás por ti mismo tanto como yo lucho por nosotros.

Esa promesa resonó profundamente en él. En ese momento, supo que no solo debía sanar sus heridas físicas; debía enfrentar también sus miedos y traumas pasados. Con cada caricia y cada palabra suave que ella le ofrecía, sentía cómo la luz empezaba a filtrarse en los rincones oscuros de su corazón.

Y así, bajo el manto estrellado del cielo nocturno, dos almas encontradas comenzaron a escribir juntos una nueva historia llena de amor y valentía.

M. D. Álvarez 

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