Me acerqué un poco más y pareció asustarse, pero no retrocedió. Esperó a que yo diera el primer paso y avanzó cauteloso.
- ¿No me conoces? –le oí decir.
- Me eres vagamente familiar.
- Tienes mis mismos ojos. –dijo mientras sus colmillos asomaban, bajo una dulce sonrisa.
- Te prometo que no te dolerá, hija mía. –Dijo antes de morderme el cuello.
Al fin, había encontrado a mi padre, y los dos somos ahora criaturas de la noche.
M D Alvarez
No hay comentarios:
Publicar un comentario