jueves, 29 de febrero de 2024

El fiordo de Walhal. (Nueva versión)

En el crepúsculo de los dioses, cuando las sombras se alargan y los cuervos graznan proféticas advertencias, el "Fiordo de Walhal" se extiende como un lienzo de misterio. Sus aguas, teñidas de ámbar y plata, reflejan los destinos entrelazados de los mortales y los inmortales.

Allí, los dioses tejieron hilos de oro en el viento, creando acantilados que se alzan como los muros de Asgard. Las nubes, como valkirias errantes, danzan sobre las cimas, sus velos de niebla ocultando secretos ancestrales. Los pinos, testigos silenciosos, susurran historias de héroes caídos y batallas olvidadas.

En el corazón del estuario, un barco de ébano espera. Sus velas son de fuego y sus remos, huesos de valientes guerreros. El capitán, un anciano con ojos de tormenta, guía la nave hacia el horizonte. ¿A dónde lleva? ¿A la morada de los dioses o al abismo de los condenados?

Los vientos aúllan, y las olas rugen como bestias hambrientas. Los dioses observan desde sus tronos de nubes, sus rostros tallados en granito. ¿Qué destino aguarda al viajero? ¿La eternidad en los salones dorados o la oscuridad de Helheim?

En el último aliento del día, cuando el sol se sumerge en el estuario, el barco desaparece. ¿Quién se atreve a cruzar el umbral entre los mundos? ¿Quién busca respuestas en las aguas turbias?

Solo los valientes, los desesperados y los soñadores se aventuran en el Estuario de Walhal. Allí, entre los reflejos y las sombras, los límites se desdibujan. ¿Es un lugar real o una invención de los cuentos de hadas?

Quizás, al final, todos somos navegantes en busca de nuestro propio Walhal. Y cuando llegue el Ragnarok, cuando los dioses caigan y los mundos colisionen, tal vez el estuario nos revele su secreto final.
M D Alvarez 

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