Disfrazado de vendedora de
manzanas y con un generoso escote. Así, de esa guisa tocó la puerta. Se comenzó
a inquietar. Le habían dicho que no se fuera sin entregar la cesta de manzanas.
Respiró aliviado cuando comenzaron a abrirse los trece cerrojos.
Desde el otro lado se escuchó una
voz sensual que le decía: - Tú no eres Caribdis.
- No señora. Me dijeron que tenía
que entregar este cesto de manzanas. –Dijo inocentemente.
De repente, fue succionado y
tragado por un monstruoso remolino de dientes y tentáculos. Ese fue el plato
fuerte, después se tragó el cesto de manzanas. Y a esperar otros 500 años.
-He de reconocer que Caribdis
tiene sentido del humor. Ahora me toca a mí romperme los cuernos pensando en
cómo enviarle un rollizo mozalbete que aplaque su hambre durante otros 500
años.
© M. D. Álvarez
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