sábado, 27 de abril de 2013

Fuego y cenizas.



            El poder ardía abrasándole las manos. Aunque él no sentía ningún dolor. Ya que seguía intentando canalizarlo y concentrarlo. De sus manos paso a devorar sus brazos. Si continuaba así, terminaría consumido por completo y no quedaría de él más que un montoncito de cenizas. Que a la más mínima corriente se dispersaría por todos los rincones. La habitación estaba llena de cenizas, que se habían ido acumulando con todos y cada unos de los aspirantes que no lograron dominar la fuerza primigenia.

            Y la energía seguirá esperando a alguien lo suficientemente poderoso como para dominarla. Así, ya no continuaría abrasando todo lo que tocara.

© M. D. Álvarez

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