Aquel niño
era yo pero no me reconocía reflejado en aquel espejo, desconchado de ese
antro perdido de la mano de Dios.
Ni siquiera
sabía como había llegado hasta allí, ni que hacía en aquel lugar y mucho menos,
por qué estaba manchado de sangre.
Hasta que
me di la vuelta y me vi tirado en la cama con un tiro en la cabeza. ¡Que ironía. Morir en aquel hotel de mala muerte!
© M.D.Álvarez
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