A ella, estaba
claro, le gustaban los chicos malos y aquél era de los peores, le
atraían tanto, como a las polillas la luz.
Podía manejarlos con un solo movimiento de cadera. De ella
emanaba una sensualidad arrebatadora. Y los chicos malos se volvían dóciles con
una sola mirada. Era una autentica Femme
Fatale y como tal, trataba a los demás. Los usaba y luego, ¡adiós muy buenas!
Pero el chico tenía
algo especial. Asesino y pendenciero,
puede que aquél fuera el definitivo y la atase en corto.
Aunque ya se sabe, siempre llegará quién lo desplace. Esa es la naturaleza de una
“Fatale”
© M. D. Álvarez
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