El impacto debió de ser atronador. No era la primera ni la última vez que caía una estrella fugaz.
La que aterrizó en mi jardín lo destrozó completamente; era una de las famosas leónidas, que parecía querer quedarse en mi corazón.
Humeando y desprendiendo un magnetismo feroz, estaba la joven más hermosa que había visto. Su mirada lograba atravesar mi corazón, que había sido arrebatado por su belleza.
Era distinta a las demás estrellas fugaces que, como su buen nombre indica, son fugaces; ella permanecía en pie frente a mí sin decir nada, pero sus ojos lo decían todo.
Era la prueba de que los deseos se cumplen. Deseé que llegara a mí la mujer más maravillosa de todas, y he aquí que la tengo delante. Ya nunca más dudaré de los hados, pues si les rezas fervorosamente, ellos te escucharán.
M. D. Alvarez
No hay comentarios:
Publicar un comentario