viernes, 5 de julio de 2024

Una Leonida.

El impacto debió de ser atronador. No era la primera ni la última vez que caía una estrella fugaz.

La que aterrizó en mi jardín lo destrozó completamente; era una de las famosas leónidas, que parecía querer quedarse en mi corazón.

Humeando y desprendiendo un magnetismo feroz, estaba la joven más hermosa que había visto. Su mirada lograba atravesar mi corazón, que había sido arrebatado por su belleza.

Era distinta a las demás estrellas fugaces que, como su buen nombre indica, son fugaces; ella permanecía en pie frente a mí sin decir nada, pero sus ojos lo decían todo.

Era la prueba de que los deseos se cumplen. Deseé que llegara a mí la mujer más maravillosa de todas, y he aquí que la tengo delante. Ya nunca más dudaré de los hados, pues si les rezas fervorosamente, ellos te escucharán.

M. D. Alvarez

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